Dijiste que te ibas,
y acá estás:
hablando,
hablando sin parar,
sin respirar,
–sin repetir
y sin soplar–,
de todo eso que no pasó,
de todo eso que nunca fuimos.
Acá estás:
hablando sin parar,
con voz estridente y atronadora.
Tenés miedo.
A lo mejor,
el silencio
aparece.
A lo mejor,
todo se vuelve
–finalmente–
verdadero.
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