pero
pedís perdón.
No estás avergonzado,
ni apenado,
ni mortificado,
–ni verdaderamente arrepentido–,
pero
pedís perdón.
Así, un perdón genérico,
incoloro, críptico,
sin glosa.
Un perdón diluido.
Y te miro.
Y me callo.
Y veo que el silencio
se convierte en un muro.
Y el muro
te oculta,
te borra,
te calla,
y me deja
tranquilo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario