10.7.23

[digamos que se llama Pedro]

Digamos
–solo a los efectos de preservar su identidad–
que se llama Pedro.
Escribo sobre Pedro,
sobre la historia de Pedro.
Mejor: escribo (yo, que no soy Pedro)
una obra en la que Pedro cuenta su historia.
Su verdadera historia:
la suya y la de su mamá.
Pedro habla de su mamá, pero, en verdad, 
habla de él.
Dice que no, pero tiene miedo.
Es lógico: espera un diagnóstico.
Y mientras tanto canta.
Canta para no gritar.
Canta para entender.
Canta para salir de la niebla
que lo cubre todo.
Y yo escribo:
cómodo, contento, un poco emocionado,
ansioso de llegar a ese momento
en el que la verdad,
finalmente,
se revela.
Ese momento en el Pedro, en un segundo,
asume lo desconocido.



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