Pensaste que no llegabas
y acá estás:
un poco más gordo,
un poco más roto,
y con un poco menos de expectativa.
Te pensaste enfermo.
Y, por suerte, no.
Te pensaste pleno,
y tampoco.
El cuerpo cansado.
La mesa y la familia.
La ansiedad acumulada.
El calor que ilumina.
Te pensaste de viaje
y te encontraste
de nuevo
solo
en tu rutina.
[diciembre]
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